Thursday, October 25, 2007

el tan esperado "Mi mamá es un ente"

De la serie Crónicas familiares de Dr. Vértiz

Pues sí, esa fue afirmación que, dolorosamente, salió de mis labios cuando mi mamá... ¡¡¡Se convirtió en un ENTE!!!

La verdad es que ya desde hace muchas generaciones la cuadra donde vive mi familia tiene una vida folclórica innegable. Mi familia llegó ahí en los años 40 cuando mis abuelos compraron su terrenito en la naciente colonia Narvarte, una esquina completa, que después de haber albergado una casa y un negocio panadero, el día de hoy abarca una casa, 6 departamentos disfuncionales y dos locales comerciales. En este microuniverso hemos pasado la mayor parte de nuestras vidas, entre talleres mecánicos, tiendas de piñatas, taquerías, papelerías, tapicerías, pizzerías, estéticas, oficinas, bodegas y otros negocios. En esa esquina ha habido inquilinos de todo tipo, negocios familiares fracasados y ahora viven ahi mi mamá con mi hermano, mi abuela, mi prima con su esposo y sus 2 hijas, un amigo de mi hermano, un sobrino-primo, y mi tía "la loca" con su hijo; todos ellos repartidos en el laberíntico espacio que ocupan los departamentos A, B, C, D, E y Bis que comparten número junto con una papelería y una pozolería. Hace ya 4 años, en lo que fue la casa original de mis abuelos mi mamá empezó su negocio propio: un salón de fiestas infantiles. Ahí es donde mi mamá pasa sus mañanas y sus tardes, contestando llamadas, acomodando por aquí y por allá, arreglando su jardín, tejiendo, en fin, perdiendo el tiempo.

Corría el mes de mayo de 2006 cuando en la esquina de la casa abrieron un cafecito, con su toldito verde, sus mesitas redondas sobre la banqueta y un pésimo café. Ahí fue donde todo empezó, en ese lugar es donde mi madre –impulsada por mi prima y mi abuela– comenzó a pasar todas sus tardes, viendo a los vecinos pasar, enterándose de todo lo que acontece en el barrio, y haciendo "amigos".

Sí, ahí fue donde pasó, donde una tarde nublada, en la farmacia de al lado del café apareció el nuevo doctor de similares, de esos que cobra $20 la consulta y no aplica inyecciones: Leo. El Dr. Leo, amigable, encimoso, metiche, "pintor", jardinero de banquetas y decorador frustrado. Y, claro, que con quién iba a hacer amistad esta lapa sino con la señora esa que iba todas las tardes al café: MI MAMÁ.

De ahí en adelante en cualquier reunión familiar se hablaba de Leo, de como unos lo querían mucho –mi abuelita– , otros lo aborrecían –el esposo de mi prima– y otros se burlaban de él –mis sobrinas–. Había siempre una y mil anécdotas sobre Leo, que si tenía una novia vikinga, que si pintaba pirámides egipcias entre pacientes, que si le había curado la gripa a la hija de la mesera, que si sembraba flores en la banqueta, que si cercaba su "consultorio" con hilos en la calle, que si la madre... Empecé a sentirme excluída por ya no vivir ahi ni echar el cafecito con Maxie –la dueña del cafecito–, así que decidí darme algunas tardes para aguantar el pésimo café y conocer a ese personaje mientras convivía con mi folclórica familia. Asistí varias tardes y, debo admitir, ese doctor era extrañísimo, todo un personaje, presumido, mitómano, con voz suave que hablaba lento mirando al horizonte (el Eje 6 Sur lleno de trailers), era un ente, ¡era Dr. Ente!

Semanas después pasé a ver a mi mamá a su negocio y no la encontré, estaba en el cafecito. La alcancé, estaba sentada ahi sola, así que me pedí un café y platicamos, mientras hablabamos de cualquier cosa, se acercó a la mesa un tipo extraño, de unos 30 y tantos años, moreno, con ojos verdes, que arrastraba una pierna, era el hijo de Dr. Ente. Inmediatamente mi orgullosa madre me presentó y él me dió la mano, con pose de intelectual del centro de Coyoacán tomó mi pequeña manito con su asquersosamente sudada mano mientras mi mamá me decía "¿ya viste que lindos ojos tieneeeeeee?" a lo que él respondió, con la mirada perdida, una explicación pseudo-científica-rebuscada del por qué de los ojos claros (¿Meeeeeeeeeeeeeeh?), me quedé sin palabras, hubo un silencio incómodo y el ente se dio la vuelta y se sentó en otra mesa a jugar ajedrez con un viejito chimuelo que llevaba días sin bañarse. Todavía no salía yo de mi estupor cuando mi mamá me presumió que el pinche ente ese le estaba pintando un retrato (Whaaaaaaaaaaaaaaat?) y que era muuuuuy buen "pintor". Es más, creo que el cuadro que estaba colgado afuera del "consultorio" de Dr. Ente lo habían hecho juntos padre e hijo ente.

Empecé a asustarme, esto era demasiado para mi, así que pedí la cuenta para poder huir de esa dimensión paralela antes de que me absorbiera un hoyo negro y ya no pudiera salir de ahí nunca más. Al acercarnos a la barra a pagar, el amamble meserito preguntó "¿lo de todo el día?". ¿Queeeeeeeeeeeeeeeeee? ¿todo el díaaaaaaaaaaaaaaaa? ¡¡¡Eran las 7 de la noche!!! Mi mamá llevaba ahi sentada todo el día platicando con Leo, su hijo cojo, el viejito chimuelo, Maxie, el meserito y cuanto pinche ente circulaba por ahí. Era real, era innegable: ¡Mi mamá era uno de ellos! ¡¡¡¡MI MAMÁ ERA UN ENTE!!!! Salí de ahí lo más rápido posible, me sentía perseguida por entes que intentaban devorarme y hacerme uno de ellos, como en "La noche de los muertos vivientes".

¡¡¡MI MAMÁ ES UN ENTE!!!

Bueno, al menos lo fue, muchos meses. Hoy, Dr. Ente ya no trabaja ahi, su hijo, su novia alemana, sus flores en la banqueta, sus cuadros y sus amigos entes despaparecieron con él. Mi mamá se peleó con Maxie y ahora compra su café en otro lado y se lo toma en la anonimidad de su oficina. Todo parece haber vuelto a la normalidad.

Pero aún despierto sudando en las madrugadas con pesadillas de mi madre ente, vivo acechada por el miedo, por la duda ¿mi madre se ha curado? ¿eso se cura? ¿algún día dejas de ser ente? ¿superas una etapa y lo dejas atrás? ¿mi madre sigue siendo un ente? ¿lo ha sido siempre? ¿me habrá infectado? ¿¡¿¡SERÉ YO UN ENTE!?!? ¿¡¿¡MI MADRE TODAVÍA ES UN ENTE!?!?

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